Análisis Shadow of the Colossus
En muchas ocasiones me paro a pensar y a fantasear con esas historias que de pequeño mi padre me contaba, o que yo mismo leía en los libros. Esas historias que eran protagonizadas por grandes héroes, guerreros y aventureros, y en los cuales sus hazañas épicas eran recordadas por largos años, contadas de generación en generación. Mitos y leyendas las cuales eran envueltas en una nube de romanticismo y melancolía, que con tan solo escucharlas, solo podías pensar en como te gustaría poder ser esa persona, ese valiente guerrero, que había matado a tal dragón y así poder liberar al pueblo de sus garras.
Todas esas historias, no eran más que fruto de la imaginación, y en todas ellas, hay un muro imaginario que separa al lector y/o oyente de lo que esta viviendo el propio héroe. Ese muro, hoy en día, es fracturado con la posibilidad de poder vivir esa experiencia, ser ese mismo héroe, de poder notar que se siente al dar una estocada a un enemigo que tienes en frente, gracias al mágico mundo de los videojuegos. Y Shadow of the colossus es uno de esos ejemplos, de esos ejemplos que reflejan a la perfección que se siente al ser un héroe.
En Shadow of the Colossus encarnamos a Wander, un joven chico que a perdido a un ser querido (nunca se llega a saber con exactitud quién es) y a quien quiere resucitar a toda costa sin importar el precio que se tenga que pagar por ello. A priori parece un juego simple, con una historia no muy innovadora, y con los típicos personajes clichés, pero la magia de este juego no reside en lo que quiere contar (que ya de por si a mi me parece genial), sino en cómo y en la manera que lo hace.
Si nos paramos a analizar a Shadow of the Colossus como a un simple videojuego, ya de primeras podríamos notar cómo cumple decentemente con todos y cada uno de sus aspectos técnicos. En su época de lanzamiento apostó por exprimir al máximo el hardware de la vieja PlayStation 2, consiguiendo ya un gran efecto de partículas, sensación atmosférica, luz dinámica y muchos otros efectos que a diferencia de otros títulos de la época, logró resaltar dando un puñetazo encima de la mesa. Pero como he mencionado antes, la grandeza de este juego, a parte de su belleza visual y su sobresaliente aspecto técnico, se manifiesta en una esencia que va más allá.
Desde que empieza hasta que finaliza, Shadow of the Colossus deja claro que se va a contar una historia, una historia en la cual mediante su diseño pintoresco se busca abrazar sin miedo la capacidad de sentir que posee el ser humano. Una historia en la que de primeras nos deja claros que nosotros seremos los protagonistas, y que estamos y estaremos solos, junto a nuestro fiel amigo y aliado Agro, el caballo de Wander.
Shadow of the Colossus supuso para muchos un antes y un después. Para mí lo hizo. Un juego en el que no se me planteaban mecánicas tradicionales y que al contrario de otros me invitaba a pasear, a dejarme llevar por lo enorme, inexplorado e inabarcable mundo en el cual se desarrollaba toda la trama. Una aventura solitaria en un mundo enorme al que se le ha negado la vida.
Al principio del juego se nos encomienda una principal tarea: acabar con los Colosos como objetivo a cambio de la supuesta resurrección de nuestra doncella que yace muerta, por lo que la aventura toma riendas y no para hasta el final. Con la inabarcable tarea de destruir a los dieciséis colosos -sin saber siquiera si se obtendrá la ansiada recompensa-, el protagonista se lanza a lomos de Agro hacia las vastas tierras en busca de sus enemigos. La soledad se convierte en el elemento clave del juego, -en el principal mejor dicho-, dejándonos desde el inicio de la aventura ante un entorno completamente desconocido y descomunal, con grandes montañas, laderas, y una muy bien diseñada naturaleza. En la que no hay apenas lugar para más seres que nosotros y nuestro fiel caballo.
Todo ésto, todos estos elementos, el entorno, las vastas llanuras que se extienden ante nosotros, las ruinas desoladas y consumidas por la naturaleza, la melodía de Kō Ōtani (compositor del juego) enmarcando todo lo demás… ya es un claro reflejo de cómo se siente nuestro protagonista. Es un mensaje claro que refleja el dolor y la sensación de vacío en el alma de Wander a causa de la muerte de su doncella. La melancolía se convierte en el aire que se respira durante todo el transcurso de la historia, a medida que cabalgamos firmes hacia nuestro objetivo y nos paseamos por los paisajes áridos, casi desérticos, bañados de bruma y con una iluminación tan peculiar que no se ha vuelto a repetir en otro juego.
Incluso los mismos enemigos, los colosos, son un elemento fundamental del trasfondo de la trama. Representan lo dura y descomunal tarea que supone para Wander superar la pérdida de su compañera, son el indicio de que el ser humano siente; se deja llevar por la rabia, tiene miedos, fobias, se enamora y en resumidas cuentas es un don nadie si se compara con la magnitud y el poderío del planeta en el que habitamos. Ésta es la filosofía que llevó acabo Fumito Ueda a la hora de ponernos frente a sus Colosos. ¿Qué somos frente una montaña? Nada más que una hormiga. Y, ¿Qué es el hombre ante la inmensidad de un desierto bañado por el sol? Una minucia. Y aun así, un mensaje claro de que nunca hay que ceder por muy difícil que sea el desafío. Porque hasta los monstruos más colosales, tiene su punto débil. Como se dice en el código del Samurái: “Aquel que se mantiene firme y sereno, no lo abaten los acontecimientos.” Y Wander, llega a vencer gracias a su habilidad e intelecto, no gracias a su fuerza bruta o al dominio de las armas.
Shadow of the Colossus cobra fuerza hasta en el más mínimo detalle. Si profundizamos a analizar su sistema de combate y mecánicas, vemos que Wander realiza movimientos forzados y extraños, con poca seguridad y a veces toscos, y lo mejor de todo es que están hechos así aposta. ¡Wander no es más que un joven chico inexperto, por Dios! Un chaval sin apenas recursos, con nada más que su espada y la motivación de resucitar a su doncella frente a deidades colosales, que con tan solo mover sus pies hacen que nos caigamos ante ellos. E incluso, el hecho que sea incómodo y difícil escalar los colosos y que Wander tropiece y se caiga al intentar escalarlos, hacen que toda la narrativa y todo el sistema de juego, cobre una cohesión y coherencia grandiosa. Dejando al desvelado que todos y cada uno de los elementos y factores que componen el videojuego, sirvan para una sola y única función.
Conclusión
Shadow of the Colossus es uno de esos títulos que sin duda alguna son especiales. Están hechos con amor y pasión, y no van a dejar indiferente a todos aquellos que lo jueguen. Y sin dudar ni un segundo se lo recomiendo a todos aquellos que quieran vivir una experiencia épica y única, que van a recordar por largos años. Incluso ahora más que nunca,aquellos que no pudisteis disfrutarlo en su momento, tenéis la oportunidad de disfrutarlo en la versión HD de PlayStation 3. Si tuviéramos que cerrar este pequeño análisis con una palabra que definiera a Shadow of the Colossus seria: un juego sublime. Una belleza extrema, capaz de llevar al espectador a un éxtasis.