El lado negativo de la comunidad de jugadores
El videojuego
es una industria en expansión que crece a pasos de gigantes. Actualmente, mueve una hermosa cantidad de dinero, pero no solo eso, sino que mueve personas -y no entendamos mal ésto-. Si hace unos cuantos años, en algunos países, los videojugadores eramos una “especie” rara y extraña de pocas personas que pasaba las horas frente a la pantalla, ahora somos lo mismo, pero al menos no se reconoce como una adicción; sino como una afición como otra cualquiera, y una pasión para muchos. Así las cosas, alrededor de los videojuegos se han ido creando comunidades de jugadores con gustos comunes respecto a un juego en particular o sobre un género. Lo que en principio parece una ayuda para que el medio crezca y para socializarnos más entre nosotros -los jugadores siempre hemos sido tachados de antisociales-, se ha convertido, en algunos casos, en un problema.
La primera pregunta sería, ¿de dónde surge esta comunidad? Del propio online. Con la mejora de este servicio junto a un Internet de mayor velocidad, para el que tenga dinero, los jugadores podemos jugar con nuestros amigos o con gente de otros países. A día de hoy casi todos los juegos tienen servicio multijugador online o, al menos, poseen algunas características relacionadas con ello. De esta forma se han ido creando con los años diversas comunidades de jugadores, como fue el caso de Counter Strike o del propio Minecraft. Solo hace falta mirar juegos competitivos para encontrar verdaderos clanes de gente que se une para jugar e intentar superar a otros equipos, sobretodo de chinos; esos tipejos juegan demasiado bien. ¿Y qué podría ir mal?
Si lo pensamos, Internet es una enorme puerta al mundo exterior. Nos conecta con gente de todo el mundo de forma “gratuita”. Pero también tiene un lado negativo que es casi inevitable; en pocas palabras, todo el mundo puede conectarse. Desde un asesino hasta una dulce ama de casa, pueden conectarse a Internet, colgar lo que les dé la gana en un foro y salir impune -cada vez menos, por suerte-. El problema que trae esto es que, ante el anonimato de las redes, la gente dice lo que quiere, cuando quiere y como quiere, olvidándose del respeto a los demás.
Habría que dejar claro que una comunidad de jugadores no es mala, al contrario, ser parte de una es la hostia -con perdón-. El problema llega cuando se descontrola y surgen los denominados fanboys, esa gente que se dedica a poner por las nubes su juego favorito sin tener en cuenta otros juegos que pueden ser mejores. La solución para no tener que soportarlo es sencillamente ignorar, y listo. Sin embargo, no es tan fácil cuando uno encuentra mil niños -y no tan niños- escribiendo en foros o en los propios chats de los juegos tonterías, criticando a quien les gana, etcétera; por no olvidar las peleas que surgen de forma espontánea en los chats de algunos juegos cuando alguien critica tal cosa y todos salen contra él a expulsar un poco de bilis, y ya sea de paso, unas cuantas patadas al diccionario de la RAE.
Este comportamiento por parte de algunos fans ha llegado a provocar un importante desprestigio en muchos juegos que ahora mismo son un fenómeno de masas. El caso más claro es Minecraft, un juego lleno de fanboys de todo tipo, de gente que lo pone por las nubes y se pasa enganchado a los cubitos día sí y día también. Es así como se peta YouTube de vídeos del juego protagonizados por niños pequeños -y esta vez tengo más razón que un santo- que se graban ante la webcam con el micro incorporado en el ordenador y te enseñan como juegan mientras tu tratas de no perder los tímpanos, y los padres tan tranquilos en el sofá metiéndose unas rayitas de coca. ¡Todo perfecto, señores!
Allá ellos, diréis, y dicen muchos. Y yo el primero. Lo horrible viene, y es quizás una de las partes más negativas de las comunidades de jugadores, cuando una panda de aburridos se dedican a dejar comentarios estúpidos en análisis, vídeos o, incluso, se hacen sus propias vídeo críticas que no tienen por donde cogerse. He ahí el hater, ese ser infernal que surge de las profundidades cada vez que Minecraft sufre una nueva actualización, cuando Ubisoft saca algún juego -ultimamente se lo merecen-, o cuando Sony, Microsoft o Nintendo hacen algo que ellos ven como decepcionante -oh, el eterno enfrentamiento de consolas- y aprovechan para expulsar más bilis. Ellos se sienten orgullosos de lo que hacen, pero los pobres ignorantes no se dan cuenta de que pierden mucho por actos así, como el probar mayor variedad de juegos.
Entre estas dos “tribus urbanas”, haters y fanboys, se forman peleas curiosas que todos sabemos que no llegan a nada. Y quizás, el verdadero lado negativo de las comunidades de jugadores es la diversidad de opinión. Por supuesto, la libertad a la hora de opinar no es censurable, ni se puede ni se debe. Es el propio jugador el que debe censurarse a sí mismo para crear una comunidad de verdad, donde reine el respeto y las risas. Este tipo de batallitas entre gente inmadura y aburrida -por desgracia, la mayoría no son niños- se ha convertido en una lacra a exterminar. Por eso, la gente que sabe disfrutar de un buen online, echarse unas risas con los amigos o con nuevos amigos, gritar “cordialmente” al micrófono cuando te matan por torpe -no siempre es malo-, celebrar recompensas después de superar una mazmorra… esas son personas que se están perdiendo y no debería ser así. La verdadera comunidad lo único que debería tener de negativo es que te absorba tanto que se te pase el tiempo volando, y no tener que lidiar cada día con gente que no sabe que es un videojuego.