Cuaderno De Bitácora: Semana 1
Quizás me esté volviendo loco. Ezio no es mal tío, eso es verdad, y con 50 años al menos sabe un par de cosas; no se anda por las ramas con venganzas estúpidas y no tiene el nivel intelectual de un prepuber (no él al menos), pero rejugar algo de Ubisoft es tropezarse dos veces con la misma piedra, y aunque entre iconos se atisbe el esquemático diseño de una ciudad tan interesante y hermosa como Constantinopla, el choque de continentes que se da en su arte no es precisamente el que desearía en el guión, pero es Ubisoft; es la piedra, es el prepuber, y son los iconos, mas que me pese.
Debería haberlo sabido desde el principio, y en el fondo lo sabía, eso es lo peor, que la búsqueda del conocimiento de Ezio es un constante vaivén de personajes mirando a cámara y esbozando una mueca para hacerse los interesantes mientras detrás de ellos se esconden las motivaciones y los diálogos de un mágico crossover entre Aladdin y Juego de Tronos, y que la increíble papeleta en la que esta vez deriva la trama de Desmond, antes de que la erradiquen definitivamente como una enfermedad, transcurre en una isla medio onírica; con un personaje a todas luces decepcionante cuya mayor aportación son 5 frases, de las que 4 y media son crípticas porque Ubisoft entendió lo verdaderamente importante de los glifos en 2009, y la otra media es un “corre, Forest” que traducido significa “compra el tercero que ya verás cómo mola lo de Washington”; porque al fin y al cabo Lost y el dinero molan mucho, aunque lo primero molaba más en 2011.
Quería creer, al fin y al cabo esa es la base de Ubisoft, creemos que pueden hacerlo, creemos que pueden elevar su fórmula un paso más y conseguir llegar a un estatus que nunca han alcanzado y que, siendo sincero, nunca creo que alcancen; porque el problema no está en sus premisas, todas ellas interesantes y potencialmente brillantes, ni en sus intentos por establecer nuevos paradigmas e historias como pasó con Connor o Arno, el problema está en sus bases, en una fórmula que estipula que A tiene que conocer a B y que C tiene que ser un protoLeonardo Da Vinci, que A tiene que perseguir a B y que D, que al principio parecía todo un héroe, se convertirá en villano, o viceversa; que todos esos manierismos argumentales se convierten en un telón ridículo que sencillamente vale para ocultar en mejor, o casi siempre peor, medida los recados, los iconos, los prepubers y la piedra que te han estampado en la cabeza para que te creas una vez más ese vídeo del E3 en el que, esta vez sí que sí, todo iba a ir de fábula.
Ezio iba en busca de conocimiento perdido y de respuestas ante un conflicto que nunca ha entendido, y se queda con las manos vacías pensando en que alguien habrá al otro lado que entienda qué está pasando, porque para él como que va perdiendo la gracia. Quizá Ubi lo sepa todo al fin y al cabo; quizá no sepan escribir un guión, ni manejar bien sus mecánicas; quizá oculten cada carencia detrás de un icono y cada cliché detrás de un monumento, pero al menos saben crear un sistema económico en el que da gustito acumular y sobretodo gastar dinero.
Al menos conocen la ironía.