Lo admito, soy un Oldfag
PC, PS4, Xbox One, 1080p, 4K, 60FPS
… ¿No estáis hartos de leer cualquiera de esas palabras cada dos líneas en todas y cada una de las webs sobre videojuegos que visitáis? Que si sandbox, DLC’s, multiplayer, early access… ¿Recordáis cuando nada de esto existía? Cuando lo importante era el sentimiento que te producía el juego, las sensaciones que transmitía y que recordarías durante años o incluso se quedarían contigo el resto de tu vida? Historia, giros de guión, personajes carismáticos llenos de vida, expresados tan solo con varios píxeles y un par de colores. Dicen que la evolución es necesaria en nuestra historia, pero ¿qué ocurre cuando esa evolución empeora lo que ya era perfecto?
Antes todo eran píxeles
Escala de grises, veinte o treinta cuadrados representando un personaje y música en 8-bit era suficiente para transportarnos hasta ese maravilloso lugar donde todo es posible, fluyendo por nuestras venas mientras nos sumergíamos en una nueva aventura. Cada movimiento era único; cada segundo, mágico. Los diálogos, la historia que se nos ponía delante. La dificultad, los enfados por carecer de puntos de guardado. La esencia del videojuego residía en lo que era capaz de transmitirnos sin apenas recursos, dejando casi más a nuestra imaginación que presentándonos y dándonos todo hecho. Ahora todo eso ha cambiado.
Texturas realistas, modelos 3D que alcanzan niveles impresionantes, gamas infinitas de colores, bandas sonoras grabadas por las mejores orquestas del planeta Tierra. Indiscutible, tecnológicamente hemos avanzado como jamás creíamos que íbamos a hacerlo, logrando que los nuevos videojuegos sean cada vez más semejantes a la vida real, saliéndose de la pantalla y fusionándose con nuestro alrededor. Alabanzas y más alabanzas, ¿cuál es entonces el problema? El problema es, irónicamente, este avance tecnológico, que ha dejado completamente de lado esa magia de la que hablé anteriormente.
¿Buenos gráficos = Mala historia?
Vale, vale, tranquilos. Guardemos los cuchillos. No, los buenos gráficos no implican que el juego tenga mala historia o jugabilidad, en eso estamos todos de acuerdo, desde los más viejos con su NES hasta los Next Gen. Entonces, ¿a qué viene todo esto? Por supuesto, en este artículo estoy hablando de casos concretos, sin incluir la totalidad de los nuevos títulos en la crítica, sería hablar sin cabeza. Las nuevas tecnologías permiten plasmar (en casos extremos) de forma casi fotorrealista una realidad alterna en la que sumergirnos con mayor facilidad, aunque quizás alguien pueda discrepar sobre si eso es bueno o malo. Podría hacer el símil con los libros y las películas basadas en ellos, en las que nuestra imaginación desaparece y se nos plasman de forma gráfica todos los elementos que antes cada uno de nosotros habíamos tratado de ver en nuestra mente, dando lugar a la decepción al comprobar que cierto personaje o lugar no es como nos habíamos pensado al leer el libro. Si volvemos al tema principal, los videojuegos, la idea es prácticamente la misma, sabiendo que siempre se nos ha presentado todo en pantalla pero únicamente con ligeros detalles, como las típicas descripciones que aparecen en las historias de las que acabo de hablar, dejando gran parte del trabajo a nuestra imaginación.
Es por ello que muchos pueden ver los mejores gráficos como una facilidad a la hora de que todo el mundo pueda jugar, sin realmente tener interés por lo que está haciendo o por la industria en general, mientras que al pasar a un juego más antiguo dejaría de tener ganas de coger el mando debido al trabajo extra que le supone entender qué representa cada píxel que se ve en pantalla. La pereza de pasar las páginas del libro frente a las dos horas sentado en una butaca, vamos.
Creo que ya es hora de llegar a una clara conclusión después de haber lanzado al aire ideas algo contrarias, razonándolas y enfrentándolas para ver cuál gana. Dejando de lado la parte gráfica y centrándonos en la historia de un videojuego, creo que estamos todos de acuerdo en que se ha perdido bastante la esencia, pero no solo en nuestras consolas, también ha ocurrido lo mismo en industrias como la del cine y la literatura. ¿Falta de ideas? ¿Está ya todo hecho? No soy guionista profesional, crítico de cine y mucho menos un lector nato como para poder responder a ambas cuestiones de forma óptima, pero desde mi punto de vista estamos empezando a entrar en un ambiente completamente plano donde los personajes ya no destacan frente al resto, donde la historia se repite y los giros argumentales destacan por su simpleza, imitación o incluso ausencia. “Luke, yo soy tu padre” ya se ha pasado de moda, no es algo que vaya a sorprendernos. También nos encontramos con juegos cuyas historias tratan de aparentar que son el mejor relato jamás escrito con los personajes más vivos y reales del universo, pecando de una gran falta de humildad muy grave hacia la imagen que proporcionas al usuario, cuyo sentimiento tras ver que no es cierto será de aprensión contra la compañía y sus próximos proyectos. Porque si te engañan una vez, la culpa es del mentiroso, pero si te engañan dos, la culpa es tuya por volver a confiar en Ubisoft quien no deberías.
Ahora, eso sí, nadie puede negar que los gráficos en un videojuego también son muy importantes. Los detalles, las texturas, los acabados. Ojo, no hablo de gráficos realistas, un juego puede ser espectacular gráficamente hablando y tener un estilo cartoon, cellshading o simplemente distinto al resto (véase Wind Waker, mismo). Al fin y al cabo, lo que vemos en pantalla también nos ayuda a sumergirnos en el videojuego, es por ello que lo más importante es saber controlar ambas partes para fusionarlas en un videojuego “perfecto”, cuyos gráficos nos entren por los ojos y su historia fluya por nuestras venas durante años, notando ese escalofrío que sentimos al escuchar de nuevo su banda sonora cuando vamos a jugarlo otra vez. Seguro que se os ha venido algún juego a la cabeza cuando os he descrito la sensación, ¿verdad? Quizás incluso alguna lagrimilla…